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Todas las versiones que viven dentro de mi

  • Foto del escritor: Bediwa
    Bediwa
  • 18 ago
  • 2 Min. de lectura

Hoy escuchaba un podcast que hablaba de las diferentes versiones e identidades que habitan en cada uno de nosotros, de todo lo que significa nuestra experiencia humana. Y es que, cuando sentimos un vacío existencial o esa incomodidad que no sabemos nombrar, en realidad nuestro ser está en proceso de evolución hacia una nueva versión de sí mismo.


Para que eso ocurra, necesitamos permitir que ciertas partes de nosotros “mueran”, para que otras puedan renacer. Cada día, en pequeñas formas, morimos y volvemos a nacer. Cada día despertamos siendo una nueva versión de nosotros, y en ello reside la verdadera magia de la existencia.


A veces nos encontramos frente a versiones pasadas que aún buscan desarrollarse, que están en transición, o que simplemente ya están listas para desvanecerse. Este proceso puede doler, porque crecer duele. Sin embargo, crecer no significa que debamos vivir en sufrimiento: el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Somos nosotros quienes elegimos cómo transitar nuestras experiencias.


Lo más poderoso es aprender a admirar cada una de esas versiones. Aferrarnos a la idea de que debemos ser siempre los mismos es una ilusión que nos condena al estancamiento. Somos seres cíclicos: lo que necesitábamos hace cinco años, tal vez hoy ya no tiene lugar.


Si solo reconocemos como “válidas” las partes de nosotros que consideramos buenas, terminamos rechazando lo demás y generando más sufrimiento. En realidad, todos cargamos con sombras y luces, y el verdadero trabajo interior —el llamado shadow work— consiste en mirar esas versiones ocultas con aceptación y amor. No son buenas ni malas, simplemente son partes de nosotros esperando ser reconocidas e integradas.


En la medida en que te permitas observarte sin juicio, con ternura y presencia, la información necesaria comenzará a revelarse. Y en ese proceso, lo que parecía fragmentado empieza a integrarse en un todo más amoroso y consciente.


Lo que más me emociona de todo esto es recordar que somos cíclicos y que la vida es un cambio constante. Los cambios pueden dar miedo, porque desconocemos lo que traerán, pero siempre llevan consigo una invitación: mirar con los ojos del corazón y confiar en que cada proceso del alma está lleno de magia… si nos permitimos vivirlo con suavidad y calma.


¨La semilla no teme a la luz y a la sombra,

las honra porque con ambas nace y florece¨


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